La vida del veterinario de campo carece de estructura. Cada día es distinto e imprevisible. Aterrizamos donde nos esperan, examinamos, diagnosticamos si podemos, tratamos y volvemos a nuestros coches. Estamos constantemente atentos al teléfono, pendientes de cualquier emergencia que hará saltar por los aires nuestros intentos de programación de la jornada e incluso dinamitará compromisos personales o aquello a lo que tanta ilusión nos hacia asistir al acabar del trabajo… Durante meses nos sumergimos en este mundo duro que tanto amamos, entregándonos literalmente en cuerpo y alma pero que por otro lado también nos lleva al aislamiento y a menudo nuestros allegados se convierten casi en extraños.
Durante décadas han existido estudios que subrayan que el veterinario es un profesional con riesgo de deprsion, estrés, desgaste e incluso suicidio.Esta sección de la web pretende humildemente ofrecer alternativas para mejorar nuestra calidad de vida y como siempre, sugerencias son bienvenidas.